Caminaba como
queriendo desprenderse de su paso, de su camino no andado, ni pensado, ni
conocido de antemano, porque las cosas que uno conoce desde antes ya no son lo
que uno va a mirar , ya no son lo que
uno va a andar, ya no son lo que uno va a entender. Era un simple hombre
caminando en el espacio concedido a un hombre en una ciudad o campo o mina, que
caminaba y ocupaba su espacio sin mirar a nadie.
Para poderlo yo mirar a él, y darme
cuenta de su andar y su pantalón descosido del borde de uno de sus bolsillos,
tuve que ponerme a desatender la charla que me estaba dando mi novia. Ella
habla pero a veces sus comentarios se me van quedando apartados tanto de mí,
que no me apetece otra cosa que mirar y tratar de engañar su conversar.
Pero para mirar y conocer, hay que
entrar y despertar en uno mismo una curiosidad por los otros como no puedo uno
sentir por uno mismo.
En el caso de este hombre, me di
cuenta de que era un hombre como yo: de mediana edad y mediana clase social.
Con una mujer a su lado que también le daba charla y con esa atención suya a su
mujer que era pura condescendencia o hábito. Entonces, en un momento, nos
miramos y nos pusimos uno en el lugar del otro y hubo tan poca diferencia que
de pura pereza me volví a mi chica y me concentré de nuevo en lo que me decía:
hablaba de que en el trabajo ya no le van tan bien las cosas.
— ¿Y no
quisieras cambiar de trabajo? le pregunté para retomar nuestra plática
Mientras, me despedía mentalmente de
mis dudas y mis reflexiones y de mis sentimientos y mundos en que no hace falta
decir nada, pues luego pasan las cosas, luego se las encuentra uno, luego te
dedicas a averiguar qué pasó.
Se trata de un ejercicio de redacción
ResponderEliminar