jueves, 2 de agosto de 2012

Lejos del alcance


Caminaba como queriendo desprenderse de su paso, de su camino no andado, ni pensado, ni conocido de antemano, porque las cosas que uno conoce desde antes ya no son lo que uno  va a mirar , ya no son lo que uno va a andar, ya no son lo que uno va a entender. Era un simple hombre caminando en el espacio concedido a un hombre en una ciudad o campo o mina, que caminaba y ocupaba su espacio sin mirar a nadie.
            Para poderlo yo mirar a él, y darme cuenta de su andar y su pantalón descosido del borde de uno de sus bolsillos, tuve que ponerme a desatender la charla que me estaba dando mi novia. Ella habla pero a veces sus comentarios se me van quedando apartados tanto de mí, que no me apetece otra cosa que mirar y tratar de engañar su conversar.
            Pero para mirar y conocer, hay que entrar y despertar en uno mismo una curiosidad por los otros como no puedo uno sentir por uno mismo.
            En el caso de este hombre, me di cuenta de que era un hombre como yo: de mediana edad y mediana clase social. Con una mujer a su lado que también le daba charla y con esa atención suya a su mujer que era pura condescendencia o hábito. Entonces, en un momento, nos miramos y nos pusimos uno en el lugar del otro y hubo tan poca diferencia que de pura pereza me volví a mi chica y me concentré de nuevo en lo que me decía: hablaba de que en el trabajo ya no le van tan bien las cosas.
— ¿Y no quisieras cambiar de trabajo? le pregunté para retomar nuestra plática
            Mientras, me despedía mentalmente de mis dudas y mis reflexiones y de mis sentimientos y mundos en que no hace falta decir nada, pues luego pasan las cosas, luego se las encuentra uno, luego te dedicas a averiguar qué pasó.